Declaración de Fe

LAS SANTAS ESCRITURAS

Creemos que «toda la Escritura es inspirada por Dios”, por lo cual entendemos que toda la Biblia es inspirada en el sentido de que «los santos hombres de Dios fueron movidos por el Espíritu Santo» para escribir las palabras exactas de la Escritura. Creemos que esta inspiración divina se extiende igual y completamente a todas las partes de los escritos – históricos, poéticos, doctrinales y proféticos – a como aparecen en los manuscritos originales.

Creemos que todas las Escrituras están centradas en el Señor Jesucristo: Su Persona y obra en Su Primera y Segunda venida, y por lo tanto, que ninguna porción, incluso del Antiguo Testamento, es leída o entendida correctamente hasta que conlleve a Él. También creemos que todas las Escrituras fueron diseñadas para nuestra instrucción práctica y son suficientes (sin mezcla de la sabiduría humana en sus diversas formas) para equipar y madurar a los creyentes.

Creemos que las Escrituras son la autoridad final para toda fe y práctica, y que en conjunto con el Espíritu Santo y el cuidado del cuerpo de Cristo, son totalmente adecuadas para cada problema espiritual o emocional, y que no necesitan de suplemento alguno de las psico-terapias seculares.

Además, creemos que la Escritura es la voz fresca y actual de Cristo por la cual Él se comunica por medio del Espíritu Santo a Su pueblo. Por lo tanto, ninguna palabra profética de revelación actual es necesaria en esta era (Salmo 12:6; Proverbios 30:5, Mateo 24:35, Marcos 12:26, 36; 13:11; Lucas 24:27,44; Juan 5:39, 17:17; Hechos 1:16; 17:2-3; 18:28; 26:22-23; 28:23; Romanos 15:4; 1 Corintios 2:13, 10:11, 13:8-10; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Apocalipsis 22:18-19).

LA DIVINIDAD TRINA

Creemos que la Divinidad existe eternamente en tres Personas – el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo – y que Estos tres son un solo Dios, teniendo precisamente la misma naturaleza, atributos y perfecciones, y que son dignas de precisamente el mismo tributo, confianza y obediencia. La Divinidad es el Creador absoluto y único del universo y Su creación fue por decreto divino, no a través de un proceso evolutivo. (Génesis 1, 2; Deuteronomio 4:39, 6:4-5; Isaías 42:1, 44:6,8, 61:1; Mateo 28:18-19; Marcos 12:29; Juan 1:14; Hechos 5:3-4; 1 Corintios 8:4-6; 2 Corintios 13:14; 1 Juan 2:5-6; Hebreos 1:1-3, 8; 2 Pedro 1:17; Apocalipsis 1:4-6).

DIOS EL PADRE

Creemos que Dios el Padre, la primera Persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas según el propósito Suyo y gracia (Salmo 145:8-9; 1 Corintios 8:6). Él es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y Omnipotente del universo, Él es Soberano en la creación, providencia y redención (Salmo 103:19; Romanos 11:36). Él continuamente sostiene, dirige y gobierna todas las criaturas y eventos (1 Crónicas 29:11). En Su soberanía, no es ni autor ni aprobador del pecado (Habacuc 1:13; Juan 8:38-47), ni abrevia la rendición de cuentas de las criaturas morales e inteligentes (1 Pedro 1:17). Él salva del pecado y adopta como Suyos a todos los que vienen a Él a través de Jesucristo, y Él se vuelve al momento de adopción, el Padre de los Suyos (Juan 1:12, Romanos 8:15, Gálatas 4:5, Hebreos 12:5-9).

LA PERSONA Y OBRA DE JESUCRISTO

Creemos que el Señor Jesucristo , la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo eterno de Dios, se hizo hombre sin dejar de ser Dios, habiendo sido concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María, con el fin de poder revelar a Dios y redimir al hombre pecador (Juan 1:1,2, 14, 18, Lucas 1:35; Gálatas 4:4-5).

Creemos que el Señor Jesucristo llevó a cabo nuestra redención por medio de Su muerte en la cruz como un representante, vicario, sacrificio sustitutivo por los pecados del mundo, y que nuestra justificación es asegurada por Su resurrección literal y física de entre los muertos (Romanos 3:24-25; 1 Timoteo 2:4-6; 1 Pedro 2:24; Efesios 1:7; 1 Pedro 1:3-5; 1 Juan 2:2).

Creemos que sobre la base de la eficacia de la muerte de nuestro Señor Jesucristo para toda la humanidad, el pecador que ha confiado en Cristo es liberado de la pena, el poder, y un día de la misma presencia del pecado, y que él es declarado justo, dado la vida eterna, y adoptado en la familia de Dios (Romanos 3:25, 5:8-9; 2 Corintios 5:14-15, 1 Pedro 2:24, 3:18).

Creemos que en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, Dios confirmó la deidad de Su Hijo y dio prueba de que Dios ha aceptado la obra propiciatoria de Cristo en la cruz. La resurrección corporal de Jesús es también la garantía de una vida de futura resurrección para todos los creyentes (Juan 5:26-29, 14:19, Romanos 1:4, 4:25, 1 Corintios 15:20, 23, 1 Juan 4:9-10).

Creemos que el Señor Jesucristo ascendió al cielo y está ahora exaltado a la diestra de Dios donde, como nuestro Sumo Sacerdote, cumple el ministerio de Representante, Intercesor y Abogado (Hechos 1:9-10; Hebreos 7:25, 9:24, Romanos 8:34, 1 Juan 2:1-2).

Creemos que Jesucristo regresará para recibir a la Iglesia, que es Su cuerpo, consigo mismo en el Rapto y que volviendo con ella en gloria, establecerá su reino milenario en la tierra (Hechos 1:9-11; 1 Tesalonicenses 4:13- 18; Apocalipsis 20). Como el Mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), la Cabeza de Su cuerpo, la Iglesia (Efesios 1:22; 5:23; Colosenses 1:18), y el Rey universal que reinará en el trono de David (Isaías 9:6 ,

Lucas 1:31-33 ), Él es el Juez final de todos los que no pusieron su confianza en Él como Salvador personal (Mateo 25:14-46 , Hechos 17:30-31).

LA PERSONA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

Creemos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, aunque Omnipresente desde toda la eternidad, tomó Su morada en el mundo en un sentido único en el día de Pentecostés, según la promesa divina, y que ahora habita en cada creyente en Cristo. Por medio de Su bautismo, el Espíritu Santo une a todos los creyentes a Cristo en un solo cuerpo, y Él, como el Morador Único, es la fuente de todo poder y toda adoración y servicio aceptable.

Creemos que Él nunca saldrá de la iglesia, ni del más débil de los santos, sino que está siempre presente para testificar de Cristo, buscando ocupar a los creyentes con Él y no con ellos mismos, ni con sus experiencias. Creemos que Su morada en el mundo de esta manera especial cesará cuando Cristo venga a recibir a los Suyos con la compleción de la Iglesia (Juan 14:1-17, 16:7-15; 1 Corintios 6:19, 12:12 -13, Efesios 2:22, 2 Tesalonicenses 2:7).

Creemos que, en esta era, algunos ministerios bien definidos están responsabilizados al Espíritu Santo y que es deber de todo cristiano entenderlos, para ajustarse a ellos en su propia vida y experiencia. Estos ministerios son: la restricción del mal en el mundo a la medida de la voluntad divina, la convicción del mundo respecto al pecado, justicia y juicio; la regeneración de todos los creyentes mediante la fe en Cristo; la morada y unción de todos los que son salvos, sellándolos así hasta el día de la redención; el bautismo en el único cuerpo de Cristo de todos los que son salvos y la habilitación continua para el crecimiento; la enseñanza y el servicio de todos aquellos que están salvos que se aferran y dependen de Jesucristo y que se sujetan a Su voluntad (Juan 3:6, 16:7-11; Romanos 6:11-13, 8:1-9; 1 Corintios 2:12-13, 12:13; Efesios 1:13, 4:30, 5:18, 2 Tesalonicenses 2:7; 1 Juan 2:20-27).

Creemos que algunos dones dados a la Iglesia durante el ministerio de los Apóstoles estaban directamente relacionados con la fundación de la Iglesia misma y la compleción del Nuevo Testamento, y por lo tanto ya no están vigentes – como, el don de apóstol, el don de profecía, el don de lenguas, el don del conocimiento , los dones de sanidad, etc. Creemos que el hablar en lenguas nunca fue el don común, ni el necesario para el bautismo o la llenura del Espíritu Santo y que la completa liberación del cuerpo, de la enfermedad o de la muerte, es aguardado para la consumación de nuestra salvación, en la futura resurrección del cuerpo. Creemos, sin embargo, que Dios sigue trabajando de manera sobrenatural en medio de su pueblo, de acuerdo a Su voluntad (Hechos 4:8, 31; Romanos 8:23; 1 Corintios 13:8).

LA TOTAL DEPRAVACIÓN DEL HOMBRE

Creemos que el hombre fue original y directamente creado a la imagen de Dios y que cayó a través del pecado. Creemos que la intención de Dios en la creación del hombre era que el hombre debía glorificar a Dios, gozar de la comunión con El, vivir la vida en la voluntad de Dios y mediante esto, cumplir dicho propósito divino en el mundo (Isaías 43:7; Colosenses 1:16; Apocalipsis 4:11). Como consecuencia de su pecado, Adán fue separado relacionalmente de Dios en sus delitos y pecados, quedando sujeto al poder del diablo. También creemos que la muerte espiritual y la depravación total de la naturaleza humana se han transmitido a toda la raza humana del hombre, siendo exceptuado únicamente Cristo Jesús Hombre. Por lo tanto, cada hijo de Adán nace en el mundo con una naturaleza que no sólo posee ninguna chispa de la vida divina, sino que es esencial e

inmutablemente mala, aparte de la gracia divina. Por lo tanto, el hombre es un pecador por imputación, naturaleza y elección, y es culpable delante de Dios. El hombre tiene tanto dignidad [es creado a imagen de Dios] y depravación [está corrupto en cada parte de su naturaleza a través de la caída] (Gén. 1:26; 2:17; 6:5; Salmo 14:1- 3, 51:5; Jeremías 17:9; Juan 3:6, 5:40, 6:53; Romanos 3:10-19, 23, 5:12, 8:6-7; Ef. 2:1-3; 1 Tim 5:6; 1 Juan 3:8).

LA SALVACIÓN DE LA PENA DEL PECADO

Creemos que la salvación es totalmente de Dios por Su gracia solamente en base a la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada y no en base a los méritos u obras humanas (Juan 1:12; Romanos 3:24-25, 28, 4:5, 11:6; Efesios 1:7, 2:8-10; 1 Pedro 1:18-19).

Creemos que, cuando una persona no regenerada ejerce fe personal en Cristo solamente, pasa inmediatamente de la muerte espiritual a la vida espiritual y de la vieja creación a la nueva. Creemos en la justificación por la gracia de Dios solamente, mediante la sola fe en Cristo únicamente, y para la sola gloria de Dios. Cada creyente en Cristo ya está justificado de todas las cosas ante Dios, aceptado como Cristo Su Hijo es aceptado, amado como Cristo es amado, teniendo su lugar y porción tan vinculado a Él, que es uno con Él para siempre. Aunque el creyente pueda tener la ocasión de crecer en la realización de sus bendiciones y conocer de una manera más completa del poder divino mediante el estudio de la Palabra de Dios y la sujeción de su vida más plenamente a Dios, él es, sin embargo, de ninguna manera requerido por Dios de buscar la así llamada «segunda bendición» o una «segunda obra de gracia». Él es posicionalmente completo en Cristo (Juan 5:24, 17:23; Hechos 13:39; Romanos 3:24-25, 28, 5:1; Efesios 1:3; Colosenses 2:10; 2 Pedro 1:3-4; 1 Juan 4:17, 5:11-12).

Rechazamos las muchas frases contemporáneas que a menudo se expresan como respuestas o condiciones necesarias del Evangelio para que alguien sea salvo. Tales declaraciones incluyen: «el hacer un compromiso con Cristo», «entregar los controles de su vida a Cristo», «creer, más ser bautizado», «creer y cumplir los Diez Mandamientos», «rendirse al dominio de Cristo / al señorío en su vida», «arrepentirse de o confesar tus pecados «, «orar la oración del pecador «, «pasar adelante», «pedirle a Jesús entrar en tu corazón», etc.

Creemos que la única respuesta correcta al Evangelio de la gracia es la sola fe en Cristo únicamente – la fe centrada en Su Persona, obra de la cruz y resurrección solamente (Hechos 16:30-31; Juan 3:16-18, 5:24, 6:32-40, 8:24; Romanos 3:28, 4:5).

Rechazamos el así llamado señorío o el mensaje de salvación por compromiso y el innovador sin cruz o mensaje de salvación por la sola promesa. La salvación por señorío añade requisitos al Mensaje del Evangelio (Efesios 2:8-9; Tito 3:5; Gálatas 2:16; Romanos 3:28, 4:5; Hechos 15:11). El mensaje del evangelio sin cruz elimina de la fe personal la identidad del Salvador – Su muerte por los pecados y resurrección – reclamando que estos no son componentes esenciales del mensaje del Evangelio que el pecador debe creer para recibir la vida eterna. (1 Corintios 1:18, 23; 2:2; 15:12; Gálatas 1:1, 4, 6-9; 3:1; 1 Corintios 15:1-4,10. Ejemplos de predicar a Cristo crucificado y resucitado: Hechos 2:22-24, 32; 3:14-15; 4:10, 33; 5:30-33; 8:34-37; 10:39-40, 43; 13:28-31; 34; 37-39; 17:2-3.

LA ASEGURANZA DE LA SALVACIÓN

Creemos que es el privilegio, no sólo de algunos, sino de todos los que han nacido de nuevo por el Espíritu a través de la sola fe en Cristo como se revela en las Escrituras, el estar absolutamente seguros de su salvación desde el mismo día en que confiaron que Él fuera su Salvador. Esta seguridad no se basa en ninguna estimación de su propio mérito o capacidad, sino completamente en el testimonio de Dios en Su Palabra escrita y la obra completa de Jesucristo, produciendo en Sus hijos amor, gratitud y obediencia (Lucas 10:20, 21:32; 2 Corintios 5:1, 6-8; 2 Timoteo 1:12; Hebreos 10:22; 1 Juan 5:13).

LA SEGURIDAD ETERNA

Creemos que, debido a: el propósito eterno de Dios para con los objetos de Su amor, Su libertad al ejercitar la gracia hacia el inmerecido en base a la sangre propiciatoria de Cristo, la misma naturaleza del don divino de la vida eterna, la presente e interminable intercesión y abogacía de Cristo en el cielo, la inmutabilidad de los pactos inalterables de Dios, la presencia perdurable del Espíritu Santo regenerando los corazones de todos los que son salvos; nosotros y todos los verdaderos creyentes en todas partes, una vez salvos seremos mantenidos salvos para siempre.

Creemos, sin embargo, que Dios es un Padre Santo y Justo. Puesto que Él no puede pasar por alto el pecado de Sus hijos, cuando persistentemente pequen, Él los disciplinará y corregirá en infinito amor. Habiéndose comprometido a salvarlos y mantenerlos para siempre, aparte de todo mérito humano, Él, Quien no puede fallar, hará que al final cada uno de ellos sea presentado glorificado en Su presencia y conformado a la imagen de Su Hijo (Juan 5:24, 10:28, 13:1, 14:16-17, 17:11; Romanos 8:29-30; 1 Corintios 6:19; Efesios 1:13-14; Hebreos 7:25; 1 Juan 2:1-2; 5:13; Judas 1:24).

LA VIDA CRISTIANA

Creemos que la vida Cristiana auténtica está diseñada para ser una diaria (2 Corintios 4:16), personal (Romanos 7:4; Colosenses 1:27), vertical (Santiago 4:8) comunión con Dios (1 Juan 1:3) basada en la identificación del creyente con Jesucristo (Romanos 6 y Colosenses 3:1-4; Gálatas 2:20), motivada principalmente por Su amor (2 Corintios 5:14; 1 Juan 4:19), y provista totalmente por Su gracia (2 Corintios 9:8; 12:9; 1 Corintios 15:10) y poder (Hebreos 13:20-21; Fil 2:13; 4:13), la cual se disfruta mediante respuestas recurrentes de la fe (2 Corintios 5:7; Colosenses 2:6; Gálatas 2:20) a como uno busque diligentemente al Señor (Hebreos 4:11, 11:6, 12:2), resultando en crecimiento espiritual (2 Pedro 3:18), en la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; Efesios 4:13), la obediencia fiel a la voluntad de Dios (Efesios 5:1; 1 Pedro 1:14), y el servicio fructífero (Juan 15:1-7) a otros en amor (Gálatas 5:6, 22; Filipenses 1:24-25), todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE

Creemos que toda persona salva posee dos naturalezas, con provisión hecha para la victoria de la nueva naturaleza sobre la vieja naturaleza a través de su identificación con Cristo y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, y que todas las demandas a la erradicación de la vieja naturaleza de pecado en esta vida no son bíblicas (Romanos 6:1-13, 8:12-13; Gal 5:16-25; Ef. 4:22-24; Col. 3:10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan 3:5-9).

LA SANTIFICACIÓN

Creemos que la santificación, la cual es, el ser apartado para Dios, es triple: ya está completa para toda persona salva porque su posición para con Dios es la misma que la posición de Cristo. Dado que el creyente está en Cristo, es apartado para Dios en la medida en la cual Cristo es apartado para Dios. Por lo tanto, aunque la posición de los creyentes en Cristo es perfecta, su estado presente no es más perfecto que su experiencia en la vida diaria. Existe, en segundo lugar, una santificación progresiva en la que el creyente debe «crecer en la gracia» y ser «cambiado» por el poder irrestringido del Espíritu. Creemos, en tercer lugar, que el hijo de Dios todavía será santificado plenamente en su estado a como él es ahora santificado en su posición en Cristo cuando vea a su Señor y sea «semejantes a Él» (Juan 17:17; 2 Corintios 3: 18, 7:1; Efesios 4:24, 5:25-27; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 10:10, 14, 12:10; 1 Juan 3:1-3).

LA SEPARACIÓN

Posicional. Creemos que cada creyente ha sido separado posicionalmente de Adán a Dios por el hecho de estar en Cristo (Juan 17:14, 16, 21-23). Experiencial. Creemos que la separación experiencial es el lado humano de la santificación. La separación es siempre de algo a Dios y es automáticamente acompañada del crecimiento en la gracia (Salmo 97:10; Tito 2:11- 13). El creyente debe separarse de la apostasía religiosa y las falsas enseñanzas (2 Tim 3:1-5; 2 Juan 9-10; Rom. 16:17). El creyente debe separarse del mundo y los placeres pecaminosos, prácticas y asociaciones. (Romanos 12:1-2; 14:13; Efesios 5:11, 1 Juan 2:15-17; 1 Pedro 4:3-4; 1 Corintios 6:14 – 7:1). Dios motiva la separación al prometer gozo especial a los fieles (2 Corintios 6:17-18). Creemos que la separación del pecado es requerida claramente a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, y que las Escrituras indican claramente que en los últimos días la apostasía y la mundanalidad aumentarán (2 Corintios 6:14-7:1; 2 Timoteo 3:1-5). Creemos que debido a la profunda gratitud por la gracia inmerecida de Dios concedida a nosotros y debido a nuestro glorioso Dios que es tan digno de nuestra total consagración, que todos los creyentes deban vivir de tal manera que demuestren nuestro amor adorador a Dios, con el fin de no traer reproche alguno a nuestro Señor y Salvador (2 Corintios 5:14-15; Efesios 4:1-3; Tito 2:11-14; 1 Corintios 10:31).

En la búsqueda de alcanzar un equilibrio bíblico con respecto al ministerio y la separación eclesiástica, es de nuestro entendimiento que los creyentes necesitan… Señalar y evitar falsos maestros quienes buscarán infiltrarse o influenciar nuestra asamblea local (Romanos 16:17-18; Hechos 20:28-32; 1 Timoteo 6:20-21). Rechazar la aprobación de, el ministrar con o el apoyar financieramente iglesias o ministerios que rechazan o distorsionan las verdades de la Palabra de Dios (2 Juan 7-11). Tratar de ministrar a (por medio de la sana enseñanza y materiales) los confundidos doctrinalmente o aquellos que están en error, quienes estén abiertos a la enseñanza de la gracia y donde haya razón para creer que un individuo o congregación pueda ser ayudado por ese ministerio para volverse más bíblico en creencia y práctica, siempre y cuando no seamos restringidos en nuestro mensaje o requeridos en comprometer nuestra posición doctrinal (Tito 3:10; 2 Timoteo 2:22-26; Hechos 19:8-10). Evitar un ministerio personal prolongado con individuos o grupos si hay evidencias de que tengan la intención de mantener su estado espiritual comprometido o sus relaciones con organizaciones apóstatas (2 Timoteo 2:15-21). Tratar de apoyar, animar y tener compañerismo con otros individuos, iglesias o ministerios igualmente preciosos de la fe en torno a la Palabra de Dios, pero sin entrar en ninguna unidad organizativa oficial (3 Juan 5-8).

LOS DONES ESPIRITUALES

Creemos que Dios es soberano en la otorgación de todos Sus dones y que los dones de evangelistas, pastores y maestros son suficientes para el perfeccionamiento de los santos en presente. El hablar en lenguas y la realización de señales milagrosas cesó gradualmente a medida que la nación de Israel fue disciplinada y las Escrituras del Nuevo Testamento fueron completadas y su autoridad fue establecida (Marcos 16:20; 1 Corintios 12-14; 2 Corintios 12:12; Efesios 4:7-12).

Creemos que Dios si sana y contesta la oración de fe, según Su propia voluntad, por los enfermos y afligidos. Sin embargo, negamos la existencia presente del don espiritual de sanación, el cual cesó con la iglesia primitiva (Juan 15:7; Hechos 5:12-16; 1 Juan 5:14-15).

Creemos que al momento de la regeneración, cada creyente recibe dones que lo habilitan para el servicio, otorgados por el Espíritu Santo. Si bien, existe una diversidad de dones, cada creyente es capacitado por el mismo Espíritu y cada uno está llamado a su propio servicio, divinamente designado en amor a como el Espíritu lo dirija. Estos dones son dados a los creyentes por el Espíritu Santo al momento de la salvación, con el propósito de cumplir con el plan de Dios para cada creyente, de funcionar en una iglesia local para la edificación del cuerpo (Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:4-26; 13:1-13, 14:4,12, 26).

LA IGLESIA

Creemos que todos los que ponen su fe en Jesucristo son bautizados inmediatamente por el Espíritu Santo en un cuerpo espiritual unido, la Iglesia (1 Corintios 12:12-13), el cuerpo y la esposa de Cristo (2 Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8), del cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22, 4:15; Colosenses 1:18).

Creemos que la formación de la Iglesia, el cuerpo de Cristo, comenzó en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-21, 38-47) y se completará con la venida de Cristo por los Suyos en el rapto (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:13-18). Creemos que la Iglesia es, pues, un organismo espiritual único diseñado por Cristo, compuesta por todos los creyentes durante el presente siglo (Efesios 2:11- 3:6). La Iglesia es distinta de Israel (1 Corintios 10:32). La Iglesia es un misterio no revelado en el Antiguo Testamento (Efesios 3:1-6, 5:32).

Creemos que el establecimiento y continuación de las iglesias locales es claramente enseñado y definido en las Escrituras del Nuevo Testamento, (Hechos 14:27; 20:17, 28-32, Efesios 4:11-16; 1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-11) y que los creyentes en Cristo son enseñados a asociarse entre sí y participar activamente en tales asambleas locales (1 Corintios 11:18-20; Hebreos 10:24-25).

Creemos que la única, suprema autoridad de la Iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22, Colosenses 1:18) y que el liderazgo de la iglesia, los dones, el orden, la disciplina y la adoración son todos designados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Los oficiales bíblicamente designados sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos y pastores; Hechos 20:28; Efesios 4:11) y diáconos, quienes ambos deben cumplir con los requisitos bíblicos (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1- 5).

Creemos que estos hombres líderes guían o gobiernan como siervos de Cristo (1 Timoteo 2:9-12; 5:17-22) y que tienen Su autoridad en la dirección de la iglesia local. La congregación debe sujetarse a su liderazgo dentro de las normas bíblicas (Hebreos 13:7,17).

Creemos que los objetivos de la iglesia local involucran la exaltación del Salvador, la edificación y el equipamiento de los creyentes, y la evangelización de los perdidos (1 Corintios 10:31, 14:5, 12, 26; Efesios 4:12- 13; 2 Corintios 5:14-21).

Creemos en la autonomía de la iglesia local, libre de cualquier autoridad o control externo, con el derecho de autogobierno bajo la dirección de Cristo (Tito 1:5). Creemos que es bíblico que iglesias doctrinalmente sanas cooperen entre sí para la presentación y propagación de la fe. Cada iglesia local, sin embrago, mediante sus ancianos y su interpretación y aplicación de la Escritura y mediante la retroalimentación de la congregación, debe ser el único juez de la medida y el método de su cooperación. Los ancianos deben determinar mediante la oración, el escudriñar de las Escrituras y la guía del Espíritu Santo, todos los demás asuntos de la administración, política, disciplina, benevolencia y gobierno (Hechos 15:19-31; 20:28; 1 Corintios 5:4-7,13; 1 Pedro 5:1-4).

Creemos que el propósito de la Iglesia es glorificar a Dios (Efesios 3:21) mediante la edificación de sí misma en la fe ( Efesios 4:13-16 ), por la instrucción de la Palabra (2 Timoteo 2:2, 15; 3: 16-17) , la oración y la comunión (Hechos 2:47; 1 Juan 1:3), al mantener las ordenanzas (Lucas 22:19; Hechos 2:38-42; 20:7) y al avanzar y comunicar el Evangelio al mundo entero. (Mateo 28:19-20, Hechos 1:8, 2 Corintios 5:17-21).

Creemos en las ordenanzas del bautismo en agua de los creyentes y la Cena del Señor como medios bíblicos de testimonio para la Era de la Iglesia (Mateo 28:19, 20; Hechos 2:41, 42; 18:8; 1 Cor. 11:23-26).

LAS DISPENSACIONES

Creemos que las dispensaciones son mayordomías por las cuales Dios administra Su propósito en la tierra a través del hombre bajo diversas responsabilidades. Creemos que los cambios en las relaciones dispensacionales de Dios con el hombre dependen de las condiciones o situaciones cambiantes en las que el hombre se encuentra sucesivamente con relación a Dios y que estos cambios son el resultado de los fracasos del hombre y de los juicios de Dios. Creemos que las diferentes responsabilidades administrativas de este carácter se manifiestan en el registro bíblico, que abarcan toda la historia de la humanidad y que cada uno termina en el fracaso del hombre con sus respectivas pruebas y el consiguiente juicio de Dios. Creemos que tres de estas dispensaciones o gobiernos de vida son el tema de la revelación extensa de la Escritura: la dispensación de la Ley Mosaica, la presente dispensación de la Gracia y la futura dispensación del Reino Milenario. Creemos que estas son distintas y no son para ser mezcladas o confundidas, ya que son cronológicamente sucesivas.

Creemos que las dispensaciones no son caminos de salvación, ni los diferentes métodos de administrar el así llamado Pacto de la Gracia. Ellas no son en sí mismas dependientes de las relaciones de pactos, sino que son gobiernos de la vida con responsabilidad ante Dios, los cuales ponen a prueba la sujeción del hombre a Su voluntad revelada durante un tiempo en particular. Creemos que, si el hombre confía en sus propios esfuerzos para ganar el favor de Dios o la salvación bajo cualquier prueba dispensacional, debido a su pecado inherente, su fracaso en satisfacer plenamente los justos requerimientos de Dios es inevitable y su condenación es segura.

Creemos que de acuerdo al “propósito eterno» de Dios (Efesios 3:11) la salvación en cada dispensación es siempre «por gracia, mediante la fe» solamente y que descansa sobre la base de la sangre derramada de Cristo. Creemos que Dios siempre ha sido misericordioso, a pesar del fallo de la dispensación, aunque un creyente no haya estado a todo momento bajo una administración, gobierno de vida, o mayordomía de la gracia como es cierto en la presente dispensación (Romanos 6:14; 1 Corintios 9:17; Efesios 3:2, 3:9; Colosenses 1:25; 1 Timoteo 1:4).

Creemos que siempre ha sido verdad que «sin fe es imposible agradar” a Dios (Hebreos 11:6), y que el principio de la fe era prevaleciente en la vida de todos los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, creemos que era históricamente improbable que deberían haber tenido como el objeto consciente de su fe al encarnado, crucificado Hijo, el Cordero de Dios (Juan 1:29) y que es evidente que ellos no comprendieron a como lo hacemos nosotros, lo que los sacrificios representaron, la Persona y obra de Cristo. Creemos también que ellos no entendieron completamente el significado redentor de las profecías o los tipos concernientes a los sufrimientos de Cristo (1 Pedro 1:10-12). Sin embargo, creemos que su fe hacia Libertador venidero de Dios se entendía en cierta medida y que estaban esperando a la Persona que aplastaría la cabeza de la serpiente y liberar a la humanidad (Génesis 3:15). Job, el libro más antiguo en la Biblia, muestra que incluso en su época, se sabía que un Redentor vendría (Job 19:25). Enoc, el primer profeta mencionado en la Escritura, afirmó que el Señor vendría en juicio, algún día, una referencia a la segunda venida de Cristo (Judas 14-16). Abraham, el padre de la nación judía, esperaba ver la venida de un Libertador (Juan 8:56). Jacob habló de Uno que vendría cerca de su muerte (Génesis 49:10, 18). Y por supuesto, la mayoría de los profetas, ya sea consciente o inconscientemente escribieron y dieron testimonio de Cristo, el que habría de venir y sufrir (Hechos 26:22-23).

Creemos, además, que su fe les fue contada por justicia (cf. Rom. 4:3 con Génesis 15:6; Rom. 4:5-8; Heb. 11:7). Creemos en el consistente, tradicional, gramatical, método histórico de interpretación contextual para manejar con precisión la Palabra de Dios. En consecuencia, rechazamos la Teología del Pacto, junto con el Híperdispensacionalismo y el Dispensacionalismo Progresivo, como conclusiones teológicas erróneas. Sin embargo, creemos que los pactos bíblicos pasados han de interpretarse consistentemente con este método apropiado de interpretación, muchos de los cuales fueron hechos a los descendientes étnicos de Israel, y han de ser cumplidos, como Dios los ha prometido, cuando Cristo regrese a la tierra, involucrando una tierra, la simiente y las bendiciones. (Génesis 12:1-2, 13:14-17, 15:1-5, 17-21; Deuteronomio 29:1-30:20; 2 Samuel 7:12- 16; Jeremías 31:31-34). Por lo tanto, la Iglesia no es «la Israel espiritual».

LAS MISIONES

Creemos que es la responsabilidad privilegiada de los creyentes, testificar por vida y por palabra las verdades de la Sagrada Escritura y de buscar proclamar el Evangelio a toda la humanidad (Mateo 28:18-20, Hechos 1:8, Romanos 1:14-16, 2 Corintios 5:19, 20). Creemos que las iglesias locales tienen su papel central y primordial en las misiones. Creemos en el apoyar tanto en oración, como financieramente, la difusión del Evangelio y el establecimiento de iglesias locales, tanto en casa como en el extranjero y que los creyentes considerados para actividades misioneras deben reflejar una conducta piadosa y servicial para el Señor, ser doctrinalmente sanos, ser dirigidos por el Espíritu Santo, ser confirmados por el liderazgo de su iglesia local y ser enviados por la iglesia misma. (Hechos 13:1-5; 16:1-3, Filipenses 4:14-18, Romanos 15:24). Creemos que ninguna organización para eclesiástica debe usurpar la autoridad del liderazgo de la iglesia local a la que cada misionero debe rendir cuentas. Creemos que cualquier organización para eclesiástica es secundaria y debe estar al servicio de las iglesias locales y su misión, y no viceversa (Hechos 14:26-28; 1 Timoteo 3:15; Hebreos 13:7, 17).

LA FAMILIA

Creemos que Dios creó y bendijo a la familia como el fundamento de la sociedad. El matrimonio une a un hombre y una mujer en un compromiso de por vida el uno al otro (Génesis 2:23-24; Mateo 19:4-6). El matrimonio provee compañía íntima, la expresión sexual pura (Génesis 2:25; Efesios 5:31-33), la procreación, y refleja la relación entre Cristo y la Iglesia (Génesis 1:28; Proverbios 5:15-19; 1 Corintios 7:1-5). Al esposo se le

ordena amar y proveer a su esposa, así como Cristo amó a la Iglesia. A una esposa se le ordena respetar y sujetarse a su marido, así como la Iglesia se sujeta a Cristo (Efesios 5:22-33). Los niños son un regalo de Dios y son totalmente humanos desde la concepción (Salmo 127:3; 139:13-16). Los padres deben de instruir a sus hijos al modelar una vida piadosa, enseñándoles las Escrituras, disciplinándolos en amor, y proveyéndoles un recurso de sabiduría y consejo (Deuteronomio 6:4-7; Proverbios 1:8-9; 13:24; 22:6). Los padres deben tomar cuidado de las necesidades de sus hijos (2 Corintios 12:14, Efesios 6:4). Los hijos deben obedecer a sus padres con respeto y honor, tomando cuidando de ellos en el momento de su dependencia y vejez (Éxodo 20:12; Levítico 19:32; Proverbios 23:22; Efesios 6:1-3; Colosenses 3:20; 1 Timoteo 5:3-8).

LOS ÁNGELES

Ángeles Santos: Creemos que los ángeles son seres creados y por lo tanto, no deben ser adorados. Aunque sean una orden más alta en la creación que el hombre, fueron creados para servir a Dios y adorarlo (Lucas 2:9- 14; Hebreos 1:6-7, 14, 2:6-7; Apocalipsis 5:11-14, 19:10, 22:9).

Ángeles Caídos: Creemos que Satanás es un ángel creado, el autor del pecado y la causa de la caída; que él es el abierto y declarado enemigo de Dios y del hombre y que él y sus demonios serán castigados eternamente en el lago de Fuego. Él incurrió en el juicio de Dios al rebelarse contra su Creador (Isaías 14:12-17; Ezequiel 28:11- 19), al tomar numerosos ángeles con él en su caída (Mateo 25:41; Apocalipsis 12:1-14), y al introducir el pecado en la raza humana por su tentación de Eva (Génesis 3:1-15). También creemos que el creyente es removido de la autoridad y el dominio de Satanás y que aunque un verdadero creyente pueda ser un objeto de opresión severa y ataque, él no puede ser habitado por un demonio corporalmente (Job 1:6,7; Isaías 14:12-17; Mateo 4:2-11, 25:41; 1 Corintios 6:19-20; Apocalipsis 20:10).

LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y EL TRIBUNAL DE CRISTO

Creemos que el próximo gran evento en el cumplimiento de la profecía, será la venida del Señor en el aire para recibirse a Sí Mismo en el cielo, tanto a los Suyos que están vivos cuando sea Su venida, como también a todos los que durmieron en Jesús. Este evento, que teológicamente se llama el Rapto, es la esperanza bienaventurada puesta delante de nosotros en la Escritura, y por ello, debe ser constantemente aguardado. (Juan 14:1-3; 1 Corintios 15:51-52; Filemón 3:20; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Tito 2:11-14). Como consecuencia de haber sido Raptados, los creyentes de la era de la Iglesia tendrán su vida de post-justificación evaluada personalmente por el Señor Jesucristo. Él, en Su tribunal, evaluará la calidad de las obras de los creyentes, su fidelidad a la voluntad y palabra de Dios, y sus motivos, a fin de determinar si van a recibir de Cristo una recompensa por haberle agradado a Él. Una recompensa también puede ser referida en el Nuevo Testamento como una corona (1 Corintios 3:5-15, 4:2-4; Romanos 14:10; 2 Corintios 5:9-11; 2 Timoteo 4:7-8; Santiago 1:12; 1 Pedro 5:4; 2 Pedro 1:10-11; 2 Juan 10).

EL PERIODO DE LA TRIBULACIÓN

Nosotros creemos que el Rapto de la Iglesia será seguido por el cumplimiento de la septuagésima semana de Israel (Daniel 9:27; Apocalipsis 6:1-19:21) durante la cual la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, estará en el cielo. Todo este período de siete años será un tiempo de juicio de Dios sobre toda la tierra, al final de los cuales los tiempos de los Gentiles serán llevados a su fin. La última mitad del período de la Tribulación será el tiempo de angustia de Jacob (Jeremías 30:7), el cual nuestro Señor llamó la Gran Tribulación (Mateo 24:15-21). Creemos

que la justicia universal no se realizará antes de la Segunda Venida de Cristo, sino que el mundo está día a día madurando para el juicio y que la era terminará con una terrible apostasía (Mateo 24).

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Creemos que el período de la Gran Tribulación en la tierra culminará con el regreso del Señor Jesucristo a la tierra así como Él ascendió en Persona sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. La Segunda Venida de Cristo se llevará a cabo: para introducir la Edad del Milenio (Apocalipsis 20:1-7), para atar a Satanás y colocarlo en el abismo (Apocalipsis 20:1-3), para acabar con la maldición que recae ahora sobre toda la creación (Isaías 11:1-9, Romanos 8:19-23), para restaurar a Israel a su propia tierra y darle la realización de las promesas de los pactos de Dios (Deuteronomio 30:1-10; Ezequiel 37:21-28; Romanos 11:25-27), y para llevar a todo el mundo al conocimiento de Dios (Zacarías 14).

LA MUERTE Y EL ESTADO ETERNO

Creemos que la muerte física no implica la pérdida de nuestra consciencia inmaterial (Apocalipsis 6:9-11), que el alma de los redimidos pasa inmediatamente a la presencia de Cristo (Lucas 23:43; Filipenses 1:23; 2 Corintios 5:8), que hay una separación entre el alma y el cuerpo (Filipenses 1:21-24) y que, para los redimidos de esta era, tal separación continuará hasta el Rapto (1 Tesalonicenses 4:13-17), el cual inicia la primera resurrección (Apocalipsis 20:4-6), cuando se reunirán el alma y el cuerpo para ser glorificados para siempre con el Señor (Filipenses 3:21; 1 Corintios 15:35-44, 50-54). Hasta ese momento, las almas de los redimidos en Cristo permanecen en comunión gozosa con nuestro Señor Jesucristo (2 Corintios 5:8).

Creemos en la resurrección corporal de todos los hombres, los salvos a vida eterna (Juan 6:39-40; Romanos 8:10-11, 19-23; 2 Corintios 4:14) y los inconversos para juicio y castigo eterno (Daniel 12:2; Mateo 25:41, 46; Juan 5:29; Apocalipsis 20:13-15).

Creemos que las almas de los inconversos al morir se mantienen bajo castigo hasta la segunda resurrección (Lucas 16:19-26; Apocalipsis 20:13-15), cuando se unan el alma y el cuerpo resucitado (Juan 5:28-29). Ellos entonces aparecerán ante el Juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15) y serán arrojados al infierno, el lago de fuego (Mateo 25:41-46), separados de la vida de Dios para siempre (Daniel 12:2; Mateo 25:41-46; 2 Tesalonicenses 1:7-9). Después del juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15), un cielo nuevo y una tierra nueva «en los cuales mora la justicia» (2 Pedro 3:10), incluyendo la Nueva Jerusalén que se establecerá como la morada de los redimidos para siempre (Apocalipsis 21 -22).